Prólogo de la edición 2018

La edición 2018 del libro “El común catalán. La historia de los que no salen en la historia”, además de contener el prólogo de la edición anterior, viene con otro de Cristal Alaejos, miembro de la coordinadora de Stop Expolio de los Bienes Comunales, un colectivo que nació del 15-M de León, conocido especialmente por su documental del mismo nombre.

Con Cristal y otros autores ya había tenido la suerte de participar conjuntamente en el artículo “El comunal, subsistencia y sostenibilidad ante la propiedad privada” del quincenario catalán La Directa que se puede consultar pulsando aquí. Le agradezco el detalle de escribir este nuevo prólogo que  a continuación compartimos con todos vosotros.

PRÓLOGO A LA EDICIÓN EN CASTELLANO

Hacer un estudio pormenorizado sobre el comunal y los concejos abiertos, así como de lo que se llevó a cabo en ellos, es algo digno de leer y supone un orgullo para nosotros en la coordinadora Stop al Expolio de los Bienes Comunales (en adelante Stop Expolio) disponer de un trabajo como el que se ha realizado en este libro.

La evidente ocultación que sufre este tema da el sentido a este libro, que es hablar de la destrucción y del olvido de lo que supone una parte tan importante de nuestra historia: la organización humana de nuestras comunidades, que ha ido decreciendo en toda Europa hasta prácticamente desaparecer.

A pesar de ello, en el territorio del Estado español aún hoy perviven algunos concejos abiertos, lo que nos da una pista de la relevancia política que pudo tener en el pasado esta forma humana de relacionarnos, comunicarnos y organizarnos para el mundo. Quizás la mejor de ellas, la que tiene un sentido más digno de conocerse por su singularidad, caracterizada por su alta participación, justa, comedida y sin contrastes entre iguales. Dada la complejidad documental y la nula visibilización que se hace de ello oficialmente, el estudio del concejo que se ofrece aquí data y recupera hechos históricos de la vida en Cataluña que en pocas obras o ámbitos podremos encontrar, ya que su objetivo es contar la historia de una Cataluña olvidada, “la historia de los que no salen en la historia” como reza el título; porque los que no salen son los que aquí tienen el protagonismo de los que fueron, de lo que no se pudo tapar y difícilmente quedará oculto porque todo nace y prevalece en la memoria, porque el pueblo y sus tradiciones tienen en su haber una larga huella difícil de eliminar con viejas nuevas formas de genocidio cultural, porque la voluptuosa realidad no permite enterrar del todo la huella de la capital e incesante vida que ha existido en torno al comunal y el procomún.

La historia de este libro se desgrana a lo largo de los siglos, aunque el origen de los concejos es incierto, conseguir sustraerlo es difícil y arduo camino.

La continuidad hasta ahora de un modus operandi tan único, ha sido conquistada a lo largo del tiempo gracias a sus habitantes que, lejos de querer abandonar el campo y sus tierras propias, han querido salvarlas de las feroces y desproporcionadas leyes de propiedad privada que impulsaron Estados carentes de valores y llenos de reglamentos. La concepción de comunal va más allá de un simple significado de uso compartido. Es la acción de convivir y vivir en un lugar, respetarlo, aprovecharlo y usarlo en común.

Conceptualizar el modo de vivir de forma generalizada y homogénea, es erróneo partiendo de que cada territorio, con sus geografías y necesidades, se organiza según sus propios enclaves diferenciados tanto tradicionales como económicos.

En la actualidad la mayoría de los pueblos ya no tiene defensa vecinal. En la era del autoritarismo institucional el mapa rural ha ido cambiando con la despoblación, los desastres ecológicos, la estructuración vial y la repartición pública de los montes que conforman un mundo muy diferente de lo que antaño fue la sociedad concejil y comunal.

Lo que hoy queda de aquella son cuatro millones de hectáreas de monte comunal con pequeñas asambleas de sociedades representativas, interferidas por partidos políticos que han politizado los concejos. Representantes para pueblos donde los vecinos no participan porque no se les convoca, limitados a votar cada cuatro años, tal como en el sistema representativo nacional y autonómico.

Además los actuales problemas legislativos como la Ley Montoro I y II, la Ley Electoral, La Ley RBRL, Ley de Montes, etc., han arruinado la capacidad organizativa, cada vez más disgregada, de los pueblos.

El poder que antaño tuvieron estos pueblos difícilmente se podrá igualar. Hemos pasado de tener participación popular a no tenerla y antes, cuando eran los condes o grandes terratenientes quienes representaban a las clases pudientes, cuando comenzaba el poder político a concentrarse en las grandes urbes, en los pueblos seguían celebrándose asambleas de vecinos en las que se decidía por consenso vinculante. Todas las casas estaban representadas y organizaban tanto la ordenación de sus veceras (ganaderías llevadas en comunal) como la disposición de todas las necesidades del bien común y de las fiestas, los trabajos y los eventos colectivos de cada pueblo, además de la resolución de los conflictos internos y las coyunturas más diversas. El vino fue durante muchos siglos la moneda de cambio habitual para pagar cuando no se cumplía con el compromiso establecido con el concejo, porque el vino era un bien preciado difícil de obtener.

Hoy el escenario es radicalmente diferente. Las tecnologías y la industria han evolucionado de manera global, y ahora más que nunca los pensamientos se propagan pudiendo transmitirse incluso de manera instantánea y llegando a miles de personas en todo el mundo a la vez, algo insólito y peculiar de nuestra era. La electricidad llega a todos los lugares, hasta los más remotos, y ya pasó el tiempo en el que solo existía un teléfono ubicado en la casa más afortunada del pueblo. Pero dado que los tiempos cambian, se renuevan, se relevan, se transforman, se descolocan y se colocan, el concejo puede reaparecer, porque es el modo de vida más real y más natural en las relaciones humanas, porque seguramente acabe teniendo el espacio que se merece para poder hablar y proyectar las libertades políticas que necesitemos.

Gracias al trabajo de muchas asociaciones, comunidades y personas que lo defienden, podremos contribuir a preservarlo, honrarlo y darle el valor que se merece. El libro de David Algarra Bascón apunta en esta dirección. ¡Viva el Concejo! ¡Viva el comunal!

Cristal Alaejos
Coordinadora Stop Expolio. Octubre 2018

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